Por Giulia Vischi

”Made in Italy” proyecta una imagen de calidad, fiabilidad y belleza, ya sea en moda, automoción o gastronomía.

Prueba de ello lo constituye el hecho de que las exportaciones en todos los sectores antes enumerados se ven aumentadas año tras año. En el año 2021, respecto del año 2020 se han incrementado en un 16,9% en automoción, 15,5% en moda y 22% en productos gastronómicos.

En consecuencia, muchos países han tenido ocasión de conocer el producto italiano y, gracias a la globalización, poder exportarlo, especialmente, el sector gastronómico. La cocina italiana es conocida en casi todo el mundo. Es probablemente una de las que más renombre tiene, sobre todo en occidente, y de las más queridas entre los habitantes de este mundo.

La revista “The Economist”, dirigida por Joel Waldfogel de la Universidad de Minnesota, ha analizado el equilibrio entre la importación y exportación de productos gastronómicos nacionales de los diferentes países del mundo. El resultado ha sido que la cocina italiana lidera el ranking con un superávit en la proporción de exportaciones e importaciones de 158,2 mil millones de dólares.

Asimismo, es una de las más antiguas de Europa y se ha visto influenciada por la gastronomía de diversos pueblos: griego, etrusco, árabe y español. Se pueden datar los inicios de su expansión a partir del año 1533, cuando Catalina de Medici contrajo matrimonio con Enrique II de Francia y se llevó consigo a París técnicas e ingredientes tales como verduras, frutas y cereales, así como otros ingredientes propios de la cocina italiana, difícil de abandonar en su vida matrimonial.

Así, poco a poco, la cocina italiana fue ganándose su fama y avanzando a lo largo y ancho del mapa. Y así es como hoy, palabras como pasta, pizza, gelato, carbonara, pesto, polenta, risotto, cappuccino, espresso y un infinito etcétera, nos suenan familiares.

El famoso fenómeno del “Italian sounding” –referido a marcas que “suenan” como algo italiano para productos que de italiano no tienen nada- se está convirtiendo en algo cada vez más lucrativo. Todos los productos “asociados” con Italia generan mundialmente más de 60 mil millones de euros.

Ejemplos muy comunes son el parmesano alemán, la mozzarella australiana, el Chianti chileno y varias falsificaciones de San Daniele. Las imitaciones de Parmigiano Reggiano y Grana Padano son solo la punta del iceberg. Existen casos de imitación, que llegan hasta los productos emblemáticos de la dieta mediterránea, tales como el aceite de oliva. El vino también está involucrado: el Chianti clonado en Napa Valley en California o el amaretto de Venecia, producido en Alemania en una botella cuya forma imita descaradamente a la de Saronno.

Un negocio colosal y, sobre todo, un enorme perjuicio para la economía y la imagen italiana. Y esta falsificación se manifiesta cada vez más en el comercio virtual, en el que es aún más difícil y complejo crear un sistema de control eficaz y eficiente. De hecho, en 2020, el sector de ventas de Alimentos Italianos en la web, registró un crecimiento exponencial. Instituciones como AICIG (Asociación Italiana Consorcio Indicación Geográfica) y Federdoc (Confederación Nacional de Consejos Reguladores voluntarios para la protección de las denominaciones de vinos italianos) denuncian la posibilidad de registrar dominios como “prosciuttodiparma.food”, “prosecco.wine”, “parmigiano.cheese”, sin ninguna conexión con el producto original. Estas nuevas webs, tienen así la posibilidad de superponerse a los productos originales, confundiendo aún más al consumidor final. Existen estudios que declaran que existen más de cien páginas web que hoy en día venden productos que no son autentificados de origen italiano.

Las plataformas de venta y las redes sociales actúan generalmente como intermediarios y en sus páginas web se pueden vender y comprar alimentos legalmente, pero no son responsables de los productos que comercializan sus proveedores.

Las plataformas deben indicar claramente quién va a vender el producto. Y ante cualquier reclamación, la responsabilidad recaería en el vendedor y no en la plataforma o red social. Por lo tanto, si compras a través de estos canales debes:

  • Identificar quién es el vendedor del alimento, información que debe figurar obligatoriamente en la plataforma o red social.
  • Comprobar que la empresa vendedora cumple los requisitos para poder hacerlo.

Sobre todo, porque estos productos falsos menoscaban la reputación de los productos “Made in Italy” y acaban por ser considerados verdaderamente italianos por parte de los consumidores. Internet hace que sea muy fácil “engañar” y distorsionar la información.

fake-italy

Es innegable que existe una distorsión en el consumidor extranjero de la denominación de origen del producto italiano. Puede pasar que una persona extranjera, en un supermercado lea en una bolsa de queso “Mozzarella” y crea que, con esa compra, se está llevando a casa, en pequeña parte, un trozo de cultura gastronómica italiana. Pero no es así. Si giramos esa bolsa de queso, podremos ver impreso en la etiqueta, por ejemplo, “producido en Coruña”, con un proceso de elaboración distinto del original.

Un claro ejemplo de cómo una estrategia de marketing comercial puede engañar al consumidor final, sobre todo en el origen del producto, porque un nombre, una etiqueta, un diseño, lleva al equívoco.

Es por ello que la Coldiretti (asociación de agricultores italiano) evidencia que, junto a la disminución de las ventas, hay cada vez más desconfianza de los consumidores extranjeros informados, que se vuelven suspicaces y evitan comprar productos italianos, incluso los auténticos, para no correr el riesgo de comprar algo falso.

Un efecto rebote, que está afectando a miles de empresas que trabajan, aman y respetan a su producto y quieren dar a conocer  la verdadera gastronomía Italiana.

Los productores y las instituciones están trabajando para encontrar una solución al problema de la falsificación. Además de la creación de las certificaciones (Doc, Docg, Igp) para la protección de los productos locales y de su origen, se está contemplando la posibilidad de introducir un “super distintivo”, una estampilla en forma de estrella (llamada “stellone”).

En definitiva, se podrá poner punto final al Italian Sounding, que genera sumas astronómicas en todo el planeta y daña enormemente a las empresas italianas.

Share Button