Redefinir la experiencia museística para la era digital: ¿Cuál es el futuro del arte y la cultura?
Por Sophie Durandeu
Hace unos años, los museos comenzaron a reinventarse creando nuevas experiencias más atractivas para el público que incorporaban las nuevas tecnologías dentro de sus salas. Lo cierto es que el mundo del arte ya venía percibiendo ciertos cambios y experimentando nuevas formas experienciales dentro de los museos, pero la pandemia de 2020 aceleró este proceso. La industria cultural, junto con el sector hotelero, fue uno de los más golpeados por la pandemia y tuvo que reconstruir rápidamente la experiencia museística por medio de la tecnología. La crisis sanitaria obligó a las instituciones culturales a “despedirse” de las exposiciones de masas. Los espacios se convirtieron cada vez más en espacios híbridos en los que convergen las obras con los dispositivos tecnológicos.
Lo presencial continuará siendo ineludible, pero la realidad virtual y la realidad aumentada podrán permitir casos como el del Louvre: se podrá ver la Gioconda real pero luego, en un aparte de la misma sala, y gracias a imágenes digitalizadas en alta calidad, se podrá hacer un viaje alrededor de la obra. La realidad aumentada (AR) tiene la capacidad de generar espacios en los que convergen el mundo real con el virtual, generando una nueva forma de consumo del arte.
De momento, la tecnología de realidad aumentada no puede ofrecernos mucho más en salas tan masificadas, pero la implantación de redes 5G acabará por resolver el problema. El siguiente paso será poder visitar museos a través de un avatar. Esta tecnología ya la está implementando “All Nippon Airways” creando una línea de robots que permiten volar sin moverse del sillón de casa, gracias a una cámara de alta resolución que se convierte en los ojos del viajero y le permite interactuar con lo que le rodea. Todo indica que en la era post-COVID dejaremos atrás las salas abarrotadas y los museos dejarán de ser objetivo del turismo masivo. Los indicadores de éxito se volverán entonces menos cuantitativos y más cualitativos.
Dentro de esta misma lógica, la experiencia del usuario cobra cada vez más relevancia en estos espacios, convirtiéndose en el centro de la escena: ya no es más un sujeto pasivo frente la obra sino que empieza a interactuar con ella. Un claro ejemplo son las experiencias inmersivas en auge hoy en día dentro de las instituciones culturales. Estas permiten “sumergirse” dentro del cuadro. Por ejemplo, la reciente exposición de Gustav Klimt en el IDEAL – Centre d’Arts Digitals en Barcelona y simultáneamente en la Galerie Horta de Bruselas, donde se puede disfrutar de proyecciones 360º con 1.000 metros cuadrados de pantalla y gafas de realidad virtual que permiten al espectador sentirse dentro de las pinturas y edificios que Klimt decoró.Si bien el futuro es incierto, todo aparenta que el foco dejará de estar en las colecciones para centrarse en la experiencia y en la interacción entre la colección y la audiencia. Los museos crearán comunidades y experiencias que irán más allá de las obras físicas. ¿Lo virtual salvará entonces al arte? Podríamos pensar que sí, pero lo importante aquí es entender que la palabra final la tendrá el usuario: todo dependerá de sus exigencias y necesidades futuras. Como bien dice J. L. Borges “el futuro no es lo que va a pasar sino lo que vamos a hacer”.
Heywar García -
Excelente