Pero el Marketing, esa palabra… Moralista, temeroso, desconcertado y arisco en este mundo donde el marketing se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos…

Esa palabra, nacida en cuna inglesa, ha superado las barreras de la lengua y no importa si naciste en Yaundé, Asunción o San Petersburgo, si hablas español, árabe o portugués, la gran mayoría entiende la palabra Marketing cuando la escucha. La gran mayoría la entiende y al mismo tiempo no sabe bien lo que es.  Es tan universal como etérea.

Es que el marketing, con todos sus apellidos – tradicional, relacional, digital, sostenible, político, etc.– y con todas sus “P” – Product, Price, Place, Promotion, Purpose, Planet, People, etc. – nos rodea e influencia en prácticamente todas las decisiones que tomamos, y, sin embargo, la mayor parte del tiempo no somos conscientes de su existencia. Es fácil relacionarlo con ventas, con rentabilidad, con productos y valor, con publicidad, con estrategia; también se vincula con Psicología, Antropología, Sociología; y se le exige ética, honestidad y resultados. Y es que el Marketing es todo lo anterior y mucho más. No es tan solo “el conjunto de técnicas o estrategias utilizadas para estudiar el comportamiento de los mercados, la gestión comercial de las empresas y de las necesidades de los consumidores”. El Marketing es en esencia una ciencia humana. De hecho, es la que mayor impacto tiene actualmente en las sociedades.

El constante crecimiento de los mercados y la constante aparición de más competidores ha hecho que sea más difícil diferenciar una propuesta de otra basándose en el producto en sí mismo. De igual forma, el mayor acceso a información ha hecho que los consumidores sean más exigentes, modificando sus expectativas y hábitos de consumo, haciendo cada vez más costoso y complicado tanto captar como fidelizar clientes. Ante este panorama, se ha desarrollado un enfoque basado en la relación de las empresas y sus consumidores.

De esta manera los avances tecnológicos se convierten en oportunidades para empresas, puesto que disminuyen los costos permitiendo almacenar y procesar grandes cantidades de información, gestionar a gran velocidad complejas bases de datos y desarrollar estrategias de comunicación personalizadas que años atrás eran impensables. Así pues, hoy en día, el Marketing se basa primordialmente en la creación de relaciones estrechas entre las empresas y los clientes, fundamentadas en una inmejorable experiencia de compra, enfocada en captación y fidelización y basada en datos e información debidamente captada y gestionada.

Por lo tanto, el Marketing se ha convertido en una forma de crear y reforzar significados. Su influencia en el consumo es debido a que los productos ya no son adquiridos por su función básica sino por su carga cultural. Y, gracias a las condiciones que internet y las redes sociales han creado, también es determinante la construcción de la identidad individual.

Es el significado del marketing lo que influyó en que Elton John no se llamase Reginald Dwight o que existiera una empresa llamada Cambridge Analytica. Influye en la leche que compras, la ropa que vistes, la universidad en la que estudias, etc.

En este marco en el cual comprendemos la cobertura, importancia y presencia constante del Marketing en nuestras vidas, es cuando toma relevancia la ética con la que se pone en práctica.

Por lo tanto, debemos partir de un modelo de negocio que además de estratégico debe ser humano, responsable y honesto. La construcción de valor añadido, sus estrategias de comunicación y medición, la transferencia de valor a los consumidores y en general el diseño y aplicación del Marketing es una responsabilidad social que quienes trabajamos en ello debemos mantener y promulgar.

Dando este uso positivo del Marketing podemos entender y expresar mejor su influencia, siendo responsables con nosotros mismos, nuestras empresas y la sociedad. Quizás así podamos darle un mayor y mejor significado a esa palabra: Marketing.

Por Camilo Sanabria

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