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Por Aleix Cremades Rosell

Hoy vamos a hablar de un tema poco tratado, pero a la vez muy relevante en el mundo en que vivimos, el digitalizado. Y es que, seguramente, la mayoría de los que estáis leyendo este artículo pensáis que las TIC han llegado para resolver muchos problemas. Y sí, tenéis toda la razón. Pero como decía Einstein, todo es relativo, y lo que puede ser una herramienta para crear valor para unos, puede ser también la sentencia más dura para otros. ¿Me acompañáis a descubrir por qué?

Como bien sabéis, las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) ofrecen numerosas ventajas: mayor acceso a la información, reducción de costes en el sector laboral, mayor conectividad entre las personas, etc. En definitiva, aportan posibilidades que brindan el desarrollo, evolución y transformación de la sociedad. Pero la digitalización no se está dando por igual en todo el mundo, ya que también existen desequilibrios: la brecha digital.

¿Qué es la brecha digital?

La desigualdad en el acceso a Internet y a las TIC se conoce como brecha digital y afecta al 52% de las mujeres y al 42% de los hombres del mundo. Pero no acaba aquí, puesto que esta grieta aumenta de manera impactante cuando hablamos de África. Según datos extraídos del portal Hootsuite, a enero de 2019, en África solo el 39,3% de sus habitantes viven conectados, frente al 88,2% de los europeos y el 95,6 de los norteamericanos.

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Estos datos evidencian el abismo tecnológico que separa a unos países de otros para poder tener acceso a Internet. Sin embargo, el problema no acaba aquí. Llegados a este punto, conviene matizar también entre los dos siguientes términos: el acceso a internet y el alfabetismo digital. El primero está claro, mientras que el segundo es el proceso de aprendizaje que permite a una persona adquirir competencias para entender y aprovechar el potencial de las nuevas tecnologías.

 El analfabetismo digital: el muro invisible que discrimina a gran parte de la sociedad

La brecha digital constituye una forma de pobreza y exclusión social al privar a una parte de la ciudadanía de recursos esenciales para desarrollarse y generar riqueza. Y es que no estamos hablando sólo de una brecha, sino de tres:

  • Brecha de acceso: Se refiere a las posibilidades que tiene la persona de acceder a este recurso. Aquí entra en juego la situación y gestión económica del país.
  • Brecha de uso: Hace referencia a la falta de competencias digitales que impiden el manejo de la tecnología. La UIT (Unión internacional de las Comunicaciones) señala que hay 40 países en los que más de la mitad de sus habitantes no saben adjuntar un archivo a un correo electrónico.
  • Brecha de calidad de uso: Cuando se poseen las competencias digitales mencionadas anteriormente pero no los conocimientos para sacarle el mayor partido posible. Por ejemplo, en lo relativo al acceso a información de calidad.

Estas son las consecuencias de la brecha digital:

  • Incomunicación y aislamiento.
  • Barrera al estudio y al conocimiento.
  • Acentuación de las diferencias sociales.
  • Discriminación sexual.

Y también existen algunas estrategias para reducirla. La ONU contempla en su noveno ODS, la reducción de la brecha digital. Por eso, en muchos países se han puesto en marcha iniciativas para conseguirlo. Aquí mencionamos algunas de las más relevantes:

  • Programas de alfabetización digital
  • Alianzas internacionales para una cobertura total de Internet
  • Free basics (iniciativa de Facebook para brindar oportunidades digitales a los países menos favorecidos)
  • Starlink

Llegados a este punto y viendo cómo se presenta el futuro, me pregunto hasta que punto el primer mundo va a ser capaz de dejar atrás a los países con poca capacidad adaptativa a la evolución tecnológica. Y si bien es cierto que toda evolución supone un avance, debemos pensar bien hacia donde queremos avanzar con dicha evolución. ¿Queremos un mundo cada vez vas dividido e injusto? ¿O un mundo justo y unido?

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