Aunque te encuentras con dificultades en el camino, la ilusión y sensación de libertad hacen que ser emprendedor valga la pena.

Hasta hace poco consideraba a todos mis amigos emprendedores (que no son muchos) unos bichos raros de la sociedad. Para mí, sus vidas carecían de estabilidad y seguridad, sin un rumbo claro, eternos soñadores rebeldes ante la presión social a madurar y encontrar un trabajo convencional.

Hace un año me sentía totalmente desvinculada de esta palabra, pero la vida te va llevando por el camino de las cosas que te tocan vivir y si aprovechas la oportunidad, incluso puedes aprender de todas ellas.

Casi toda mi experiencia laboral ha sido como empleada en empresas, la mayoría de ellas multinacionales. He aprendido muchísimo de las personas, de los procesos y de las jerarquías;  he desarrollado y mejorado habilidades, encontrado magníficos mentores por el camino e incluso he hecho buenos amigos. Puedo decir que casi siempre he sido feliz, sintiéndome realizada y motivada.

Pero un día me di cuenta que estaba siguiendo un camino que otros habían trazado por mí, ya no lideraba mi vida y al tomar conciencia de ello todo dejó de tener sentido.

Decidí cambiar de rumbo, montar mi propia empresa y paralelamente formarme en Marketing Digital. Ahora que soy emprendedora, admiro profundamente a todos aquellos que los son.

Ser emprendedor es un camino solitario, luchas contra viento y marea para sacar adelante una ilusión, desarrollas habilidades que ni sabías que tenías, volviéndote recadero, recepcionista, informático, abogado, contable, comercial, gerente… Te das cuenta que casi nadie sabe de nada,  ni los expertos ni el sistema público te dan soluciones claras, aprendes que al final las soluciones sólo dependen de ti y que siempre hay que lucharlas mucho.

Y sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos, todas las luchas, el desgaste y la soledad, hay una parte de esta experiencia que hace que todo valga la pena: el sentimiento de ilusión y libertad.

Todas las cosas en la vida tienen su parte buena y su parte no tan buena, en todas hay que sacrificar cosas, la cuestión es, ¿cuál te hace más feliz a ti?

Anna Puig Rademacher

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